jueves, 10 de mayo de 2012

Lenguaje del hogar, capital cultural y escuela ...... José Joaquín Brunner EFECTO CUNA


Efecto cuna
¿Por qué resulta tan decisivo para el rendimiento escolar de niños y jóvenes el efecto
cuna?
La explicación de los economistas suele ser: porque los padres de estrato socioeconómico
alto y medio (con mayores niveles de escolarización, ocupaciones bien
remuneradas y por tanto un ingreso comparativamente alto, familias relativamente estables
y hogares con disponibilidad de recursos culturales y didácticos) tienden a desarrollar
creencias, expectativas y comportamientos que –unidos a las mejores posibilidades de
invertir en la educación de sus hijos– los llevan a preocuparse, desde el primer día y a
lo largo de sus vidas, de una manera más adecuada (y exitosa) por el capital humano de
aquellos. Sin duda, allí reside una parte de la explicación. Pero el efecto cuna es más
envolvente aún y su impacto más sutil y variado.
En realidad, para entender cuán decisivo es este efecto se precisa primero definir
y evaluar las distintas variables que lo componen. Una rápida revisión de la literatura
muestra que deben considerarse, a lo menos10: el estatus socioeconómico y nivel educacional
de los padres; la estructura familiar (monoparental o no, nuclear, extendida),
edades de los adultos presentes en el hogar, presencia de hermanos y localización (urbana,
rural, características del vecindario, etc.); condiciones de salud del hogar , especialmente
de la madre (en particular durante el período de gestación); circunstancias materiales
del hogar, infraestructura, calidad de la vivienda, nivel de hacinamiento y existencia
(o no) de facilidades para el estudio (como un escritorio independiente donde el niño
pueda realizar las tareas); existencia de equipamiento y materiales didácticos, libros,
mapas, imágenes, computadora, conexión a Internet; clima socioafectivo del hogar y
frecuencia e intensidad de interacciones positivas a que se encuentra expuesto el infante
durante su desarrollo; prácticas de socialización temprana y régimen de conversación
del hogar, incluyendo comunicación con los padres sobre asuntos sociales y tópicos
culturales; calidad de las interacciones con pares y capital social de la familia; posibilidad

de recurrir a un jardín infantil o centro de atención temprana de calidad y costearlo;
elección de la escuela; y preocupación, acompañamiento y asistencia de los padres con
relación a las actividades escolares de los niños. Incluso a nivel internacional se cuenta
hoy con definiciones relativamente estandarizadas de estas variables y con indicadores
que permiten su medición11.
Queremos plantear la tesis (nada original, por lo demás) de que entre estas variables
la más determinante desde el punto de vista que aquí interesa es la específica modalidad
de adquisición y desarrollo del lenguaje que viene condicionada por las características
del hogar y, en general, por las brechas cognitivas y socioemocionales que se crean a
temprana edad. Como dice Heckman (2008:38) en su idioma estrictamente económico:
“el capital humano adulto (y el consecuente éxito en la vida) se define durante los
primeros años de un individuo”.
Partamos por lo más básico; cual es, el desarrollo de nuestra arquitectura cerebral
humana. Superada por obsoleta la tradicional –aunque todavía ampliamente utilizada–
distinción entre naturaleza y crianza (nature / nurture), la evidencia12 apunta al hecho de
una continua interacción entre la base genética y el medio ambiente en que las personas
nacen (es decir, nuestro efecto cuna).
Son “las experiencias tempranas las que determinan si acaso la arquitectura cerebral
en desarrollo de un niño provee una fundación fuerte o débil para todo el futuro
aprendizaje, comportamiento y salud. El cerebro se compone de miles de millones de
circuitos neuronales altamente integrados […] que están `cableados´ (wired) bajo las
influencias interactivas de la genética, el medio ambiente y la experiencia. Los genes

determinan qué circuitos se forman pero la experiencia del niño moldea esa formación.
Los niños se desarrollan en un medio ambiente de relaciones que comienzan dentro
de su familia, se extienden hacia su comunidad y es afectada, más ampliamente, por
recursos sociales y económicos”13.
Quiere decir que el período entre el nacimiento y los tres años es un tiempo particularmente
intenso de rápido crecimiento cognitivo, lingüístico, social, emocional y
motor. Por ejemplo, se inicia un explosivo crecimiento del vocabulario alrededor de
los 15-18 meses que continúa hasta los años de preescolar. A los tres años, señala un
texto, a condición de que el niño se desarrolle en un medio ambiente donde se utiliza
el lenguaje, él mismo podrá ser ya un usuario competente14. De modo que, por primera
vez, las conjeturas y demostraciones de la sociología de la educación y aquellas provenientes
de la experiencia directa de los padres (las madres en especial), el personal que
atiende jardines infantiles y los profesores de colegios respecto de esta estrecha relación
entre características socioeconómicas y culturales del hogar y desempeño de los niños,
reciben una suerte de confirmación y certificación de parte de las ciencias duras.



Lenguaje del hogar, capital cultural y escuela
José Joaquín Brunner











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